miércoles, julio 15, 2009

 

A propósito de la candidatura de Arrate

Extraños tiempos se viven hoy en Chile, sobre todo en el pequeño mundo de la izquierda. Se respira en el ambiente una incertidumbre y una euforia que ha sido principalmente provocada por los medios de comunicación. Hemos estado sujetos a evaluar la viabilidad de cada apuesta por medio de lo que nos dicen las encuestas y qué tanta tribuna alcanza a tener tal o cual candidato. Esto ha cruzado transversalmente a la gente de izquierda, quienes nunca antes se vieron afectados por los puntos o décimas que alcanzaban sus opciones a priori de una votación.

Ciertamente el mapa ha cambiado, el éxodo de militantes socialistas ha producido en el casi sempiterno mundo de la izquierda extraparlamentaria una vorágine de opciones, apoyos, referencialidades, entusiasmos y sospechas que han redibujado la correlación de fuerzas históricas de este sector. La hegemonía del PC y la gravitación del Juntos Podemos Más ha sido puesta en tensión.

El primero fue Alejandro Navarro, quien beneficiado por su condición de Senador, provocó la primera salida de socialistas de la Concertación, aunque su impacto cuantitativo no fue relevante, en términos mediáticos logró cautivar las miradas de muchos que no se sentían representados por el Juntos Podemos y buscaban algún nuevo liderazgo que les permitiera articular una nueva opción de izquierda. Sin embargo, al poco andar, las intervenciones del Senador dejaron más bien en claro que no tenía interés en sumarse a otros proyectos y que él se bastaba a sí mismo con su gente para llevar a cabo su candidatura. Esto provocó que aquellos que no comulgaban con el PC –principalmente ex comunistas- vieran en Navarro la solución definitiva para una nueva mayoría de izquierda no comunista.

Luego, casi en paralelo, surgieron las discrepancias de Arrate y de Marco Enriquez-Ominami al interior de la tienda socialista y la Concertación, lo que amplió las expectativas de varios sectores en términos de nuevos o alternativos liderazgos para una izquierda más bien agotada en cuanto a nombres para conducirla.

Arrate, hombre ya avezado y experimentado en la política, de la vieja escuela, buscó recuperar las bases de la histórica alianza entre comunistas y socialistas. Su punto de desembarco fue el Juntos Podemos y la posibilidad de ser su abanderado presidencial. Su llegada a estas tierras sí logró producir mella en las filas socialistas, un importante número de militantes PS se volcaron tras Arrate dejando atrás años de militancia en la Concertación y el partido, los así llamados Socialistas Allendistas.

En tanto Marco Enriquez-Ominami se abrió paso en una dimensión distante a los límites de esta izquierda, fue capaz de hacer converger tras él el descontento acumulado del mundo concertacionista frente a lo han sido 4 gobiernos del conglomerado. Un merito que fue posibilitado por la tribuna mediática que se le dispuso desde quienes buscaban mellar las aspiraciones de un quinto gobierno de la Concertación, pero también, y hay que reconocerlo, potenciado por el carisma y juventud que le es propio, no en vano corre sangre de lider en sus venas.

Ciertamente Marco no ha puesto su pie en las tierras de la izquierda tradicional, y ciertamente no lo necesita, ha logrado desde el espacio que se abrió para sí, la atención y respaldo de una variopinta gama de adherentes, que ha conseguido moverse en las encuestas entre el 14% y 20%. Insisto, un mérito que no se logra sólo con el blindaje comunicacional.

Desde esta perspectiva, con tres candidatos inclinados hacia la izquierda y el progresismo de la Concertación, provenientes de sus filas, más específicamente del mismo partido todos, se ha abierto una nueva dimensión de posibilidades y alianzas del sector.

La expectación causada por estas candidaturas y por ello mismo los respaldos que concitan, han estado permeados por un factor nuevo en esta comunidad. Los resultados arrojados por distintas encuestas, los dispares números que asignan a cada candidatura a generado en nuestra gente el asomo de un extraño pragmatismo, que a la hora de explicitar uno u otro apoyo, se remiten a los resultados de las encuestas para validar o menospreciar una u otra candidatura. Es extraño, porque rara vez eso importó a esta izquierda, nunca fue determinante si la candidatura estaba acompañada de buenas cifras en las encuestas, con Hirsch fue así, al menos hasta el debate en televisión, posteriormente hubo un delirio comunicacional que hablaba de encuestas en que Tomás llegaba a los 2 dígitos. Nunca nadie vio esas encuestas, pero lograron desencadenar una euforia y sensación de triunfo, no para ganar, pero sí para dar una señal potente que la izquierda era una fuerza emergente y gravitante, como no lo había sido antes. Expectativas que se desplomaron con el magro 5% que le dio el electorado, derrota de expectativas acentuada por una mala política comunicacional de parte del candidato, al amenazar con votar nulo en segunda vuelta. Todos conocemos la historia de ese episodio.

Pero parece que el bichito de ser opción ganadora quedó ahí, guardado, escondido, esperando una señal que lo despertara y le devolviera el entusiasmo que prematuramente había muerto con la candidatura de Hirsch.

Ahora bien, siempre es bueno ganar, y para esta izquierda que ha acumulado tantas derrotas, que le ha costado tanto darle el palo al gato, vislumbrar una opción ganadora es algo que no deja de ser importante, incluso hasta determinante.

Pero es bueno recordar que esta izquierda, pese a sus derrotas nunca perdió de vista que había algo que la cohesionaba, algo que, pese a no ser opción de poder, la seguía movilizando, la seguía levantando después de cada caída, reanudando periódicamente nuevas alianzas, ampliándose a nuevos sectores y sensibilidades. Recordemos que así nació el Juntos Podemos, que fue el resultado de un largo proceso de aprendizaje, de encuentros y desencuentros, aprendiéndonos a escuchar, a entender la diferencia, a desarrollar la tolerancia y el respeto a las convicciones que no emanaban del tronco histórico del movimiento revolucionario, pero que se sumaban a conceptos convergentes como el antineoliberalismo. Ese factor que nos movilizó en períodos de oscuridad fue siempre nuestro compromiso con la necesidad del cambio social, con la impostergable lucha por construir una sociedad basada en lo comunitario y lo social, en los trabajadores y en la gente, en la justicia y la igualdad. Esos principios, fundamentales para nuestra identidad, nunca fueron puestos a evaluar por el people meter ni validados por una medición cuantitativa de cierto momento y segmento de la sociedad, sociedad que sabemos, está siempre permeada por el discurso dominante.

En este sentido es bueno entonces recordar que la apuesta que hemos hecho no descansa en un nombre, en un liderazgo exclusivo, sino que debemos traer a la mano, que la matriz de nuestra opción está registrada en un programa y en un proyecto que trasciende una candidatura y una elección. La candidatura de Arrate es la candidatura de esta opción por la construcción de una sociedad mejor, por un proyecto de país basado en criterios políticos, económicos, sociales y culturales. Desde luego que quien encarna este proyecto debe ser depositario de ese legado histórico, y hoy, en este escenario, esta izquierda determinó que ese rol lo jugara Jorge Arrate.

No pretendo decir que Marco Enriquez-Ominami ni Alejandro Navarro no sean de izquieda ni merezcan ser también depositarios de este proyecto, pero las cirscuntancias, procesos y particularidades de este conjunto de voluntades no ha logrado que todo se aúne en una sola candidatura, y eso no es malo, todo lo contrario, es bueno que así sea, pues es precisamente la diversidad lo que hace potente la posibilidad de una sociedad justa y libre.

No me asusta que Arrate, Marco y Navarro lleguen a diciembre como candidatos presidenciales, no me asusta que Arrate saque menos votación, no es lo esencial, es bueno que saque muchos votos, pero no es lo esencial. Lo esencial es que el proyecto que levantamos sea difundido, conocido y compartido por muchos otros, que los votos que Marco y Alejandro saquen sean potencialmente votos por una opción de cambio.

No desesperemos porque haya 3 o más compañeros en campaña, pues la sinergia que eso produzca puede ser un factor que abra para el futuro un nuevo diálogo en la izquierda, que extienda sus fronteras, que apueste por una convergencia más amplia y de nuevo tipo, encabezada por el mejor, pero para eso no podemos empezar 1 año antes de la elección a construirlo, debemos empezar ahora, pensando en lo que viene después de diciembre, el camino que deberemos hacer para que la diversidad encuentre su cause y converja en una misma fuente.

Arrate debe continuar su candidatura, pese a dificultades, pese a las cifras, porque no es una apuesta personal, es un proyecto y un programa que representa a cientos de hombres y mujeres en todo Chile, un proyecto de país que no es evaluable por las encuestas, no lo fue nunca para Allende, quien persistió pese a los resultados, no lo será para nosotros, que somos depositarios de su ejemplo y tenacidad.


José Ortega Miranda

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